La película “Topgun: Maverick” está teniendo un éxito enorme. Me da mucho gusto que los valores que promueve sean tan patriotas. Esta vez el piloto de pruebas Pete Mitchell regresa a “Figther Town” en California. Su trabajo es convertirse en el instructor de una misión tipo “Escuadrón Suicida”. El objetivo es destruir un reactor nuclear que, aunque no lo digan, está en Irán. Esto lo sabemos porque la única nación en el mundo que aún vuela el F-14 Tomcat son ellos. Tan pronto llega a su antigua academia, empieza a enfrentar fantasmas del pasado que le impiden hacer bien su labor como líder de proyecto.
En el Arte de la Guerra es muy importante que el trabajo en equipo sea una constante. La característica de un ejército exitoso es que los integrantes han abandonado la individualidad para convertirse en un solo cuerpo de batalla. El fruto de tener un buen general es que cuando la lucha ha comenzado hay sincronía. Todos los grandes comandantes de la historia hacen sentir a sus tropas como los mejores. Los llevan a situaciones en donde enfrentan hechos que nunca pensaron que podrían lograr. Esto también lo vemos en los deportes y en el amor.
Maverick en un principio tiene dudas acerca de su capacidad para liderar. Observamos que su reencuentro con “Penny” (Interpretada por Jennifer Connaly) es accidentado debido a que su lucha interna no le permite concentrarse. Al igual que tantos héroes mitológicos, Pete Mitchell debe superar el llamado que le hace su amigo “Ice” para esa misión. El problema es grande debido a que los aviones F-18 no son lo suficientemente fuertes para soportar todo lo que se necesita y completar la misión. La idea para salir victoriosos es la correcta: Pensar fuera de la caja.
Uno de los elementos más poderosos en una batalla es el factor sorpresa. La importancia de realizar el ataque sin ser detectados permite que el tiempo se convierta en un aliado del atacante. Maverick desde el principio les dice a los pilotos que su peor enemigo es el tiempo. Su lógica es que el rival ha invertido en defensas antiaéreas y aviones de quinta generación. Para burlar ese sistema defensivo hay que utilizar otro principio: El arte de la infiltración. Si los F-18 logran volar en el valle sin ser ddetectados,el golpe tiene muchas más probabilidades de ser exitoso.
El escuadrón logra integrarse en un buen equipo. El entrenamiento es muy difícil, pero es mejor escribir los errores en papel que en una lápida. Los elementos de la victoria del escuadrón fueron: Ataque sorpresa, buen trabajo en equipo y entrenamiento. La parte en la que Pete y Rooster se roban el F-14 fue una escena maravillosa. Viendo el avión más bonito de la marina pelear y ganarles a los aviones de quinta generación nos recuerda que el valor del piloto es superior al de la aeronave. Te recomiendo mucho que vayas a ver la película “Topgun: Maverick”.
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