Cecilia Santos Cabañas
Tigran Petrosian fue uno de los campeones mundiales de ajedrez más singulares de la historia. Nació en 1929 en Tiflis, actual Georgia, dentro de una familia armenia humilde. Desde muy joven mostró una disciplina y una visión del juego que lo llevarían a la cima del ajedrez mundial. Su estilo, basado en la paciencia y la solidez, le ganó el apodo de “El Tigre de Hierro”.
A diferencia de otros campeones que brillaban con combinaciones espectaculares, Petrosian prefería un camino distinto: la defensa posicional. Su estilo era silencioso pero demoledor. Veía las amenazas antes de que aparecieran y las neutralizaba con calma. Muchos rivales lo encontraban frustrante, porque parecía imposible abrir una grieta en su muro defensivo.
En 1963 alcanzó la gloria máxima al derrotar a Mijaíl Botvinnik, uno de los gigantes del ajedrez soviético. Tres años después, defendió con éxito su corona frente a Boris Spassky, otro nombre legendario. Lo que lo distinguía no era el ataque fulminante, sino la ausencia casi total de errores: Petrosian construía posiciones tan seguras que obligaba a sus rivales a asumir riesgos. Y en ajedrez, los riesgos mal calculados suelen costar muy caro.
Aunque algunos lo llamaban “aburrido”, la verdad es que Petrosian enseñó a todo el mundo que la defensa también es arte. Su juego era como un escudo impenetrable. Estudiar sus partidas es una lección de paciencia, previsión y control del tablero. Grandes maestros modernos lo citan como referencia cuando se habla de estrategia a largo plazo y de cómo resistir bajo presión.
Su vida también fue un ejemplo de resiliencia. Creció en la pobreza, enfrentó problemas de salud y aun así llegó a lo más alto del ajedrez. Esa capacidad para soportar las dificultades lo convirtió en un símbolo de fortaleza, dentro y fuera del tablero.
Tigran Petrosian no fue el jugador más espectacular ni el más mediático, pero sí fue uno de los más difíciles de vencer. Su apodo de “Tigre de Hierro” resume perfectamente su estilo: paciente, fuerte y siempre alerta. Para cualquier amante del ajedrez, estudiar a Petrosian significa descubrir que ganar no siempre depende de atacar con fuerza, sino de esperar el momento exacto para dar el golpe decisivo.
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