En el Reino de las 64 Casillas, la Dama Negra es un personaje emblemático.
Nadie en el tablero se atreve a igualar su poder, pero pocos saben que su verdadero tesoro no es su capacidad para moverse con libertad en cualquier dirección. Su mayor secreto es un pequeño dragón, de escamas negras y ojos como brasas, que duerme enroscado bajo su cama.
Este dragón, se llama “Sombra”, y ha sido un regalo del Rey Negro, quien deseaba proteger a la Dama en todas las batallas. Durante las partidas, Sombra permanece dormido, su pecho subiendo y bajando al compás de la respiración de su ama. Pero, en el fondo, su descanso nunca es profundo; siempre está alerta, esperando la señal.
Una tarde, en medio de una partida crucial contra el ejército blanco, la dama negra se encontró rodeada…
Los peones blancos están muy cerca. La quieren atrapar
La Dama, en un gesto sutil, roza con sus dedos las escamas de Sombra.
El dragón abre un ojo, luego el otro, y con un rugido contenido, despliega sus alas.
El tablero empieza a temblar cuando Sombra se eleva en el aire. Los peones blancos, tan acostumbrados a su marcha lenta y calculada, empiezan a correr y a gritar. No saben cómo reaccionar. Uno por uno, son devorados por la oscura criatura, y sin dejar rastro, solo el eco de sus rugidos que resuenan en cada rincón del tablero.
La Dama Negra llena de amor y ternura con una sonrisa apenas visible. Sabe que la partida esta a punto de girar a su favor.
Los peones blancos, los cimientos del ejército enemigo, son devorados sin piedad. La confusión se extiende por las filas blancas, y en un abrir y cerrar de ojos, la Dama Negra, acompañada de su fiel dragón, se abre paso a la victoria.
Cuando la partida termina, y el Rey Blanco cae, Sombra regresa a su lugar bajo la cama de la Dama, acurrucándose de nuevo para dormir.
El tablero se torna en silencio, salvo por el suave ronroneo del dragón durmiente, un recordatorio del poder oscuro que la Dama negra lleva consigo
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